El bosque de hayas rojas guarda
silencio en el atardecer otoñal. Las gotas caen sobre las hojarasca
como un contrapunto a la música de agua cristalina en su carrera
entre las musgosas rocas del arroyo. De vez en cuando la caída de
un árbol muerto nos habla de la paradoja del bosque vivo y un
enorme rugido se extiende por los prados circundantes donde caballos
y acémilas pastan en libertad. Las montañas responden con su eco.
Más allá, en los altos claros de los
montes, tendidas sobre la hierba y envueltas en una leve bruma rumian
las vacas y sus ya crecidos terneros, paridos sobre la alfombra
violeta de la lejana primavera, quienes indolentes miran cómo el
horizonte se tiñe de rojo y empiezan a titilar luceros y estrellas.
Cada mañana, apenas despierta el día,
María con su vestido verde ribeteado de negro y su pañuelo rojo en
la cabeza, a la usanza de las aldeanas de aquellas tierras, atraviesa
andando los verdes prados radiantes de luz y va a la aldea para
vender los huevos de sus ocas y gallinas y los frutos de su huertos.
Y de la misma manera cada atardecer envuelta en la tenue luz de la
tarde y las primeras sombras que preconizan la noche, vuelve a casa.
Apenas la ve abriendo la empalizada, Lucio emite desde la lejanía
un largo rebuzno y trota alegre hasta la cerca del camino para que le
acaricie. Rito que evoca ancestrales lazos de hermandad entre el ser
humano y el bruto. Este reconocimiento tiene lugar desde que murió
Roberto, su marido, y el asno compañero inseparable en sus rústicos
quehaceres, fue abandonado en el prado. Lucio había sido comprado
en la feria de ganado de una villa cercana. Buen ejemplar de noble
raza zamorana con su hocico blanco y abundante pelo negro y marrón,
estaba bien adaptado a vivir en climas fríos y resultó muy útil
por su domesticidad y para la delicada carga que debía transportar.
Una vez por semana Roberto acudía con él al mercado del valle
para vender la cerámica artesana que elaboraba y cocía a diario en
su taller de fuego y barro. Lucio sustituyó a Rómulo que demasiado
entrado en años, resbalaba y tropezaba en las desgastadas piedras de
los caminos de herradura por los que transitaban en armonía de
silencio con su amo. Rómulo fue vendido para otros menesteres más
propios de su edad y Lucio se hizo cargo del transporte. Pero por
los insondables motivos del destino a los pocos meses de aquel
cambio Roberto murió a consecuencia de una desgraciada caída por
la ladera de una montaña, cuando con el propósito de ir a ver sus
colmenas tomó el atajo que bordea el Barranco de las Moreras. No era
un camino excesivamente peligroso y de hecho año tras año Roberto
lo recorría con asiduidad, pero aquel día hubo de resultarle fatal
y se dejó allí la vida para que su alma vagara y disfrutara de
aquel paraíso de hierba, roca y nieve que le había visto nacer.
Desde la muerte del amo, el pobre
animal echaba en falta el calor humano. Ya nadie venía de buena
mañana a preguntarle cómo había pasado la noche ni a darle la
ración de avena al atardecer cuando los roedores con sus ruidos
anuncian la oscura soledad sin luna. Ya nadie le cepillaba,
acicalaba ni le ponía las alforjas sonoras por el tintineo de las
jarras de barro. Nadie le llevaba recorrer las sendas grabadas en su
memoria perfumadas de espliego y tomillo ni a mezclarse con el
abigarrado gentío de los mercados aldeanos en donde mezcladas con
las voces humanas podía oír los relinchos y rebuznos de los de su
especie y oler su fragancia. A pesar de estar rodeado de imponentes
montañas en las que se escucha el rebramar de los ciervos y el
trisar de las alondras, Lucio se sentía sólo.
La casa de María quedaba separada de
las últimas casas de la aldea por un amplio prado y estaba situada
ya muy próxima al bosque de hayas. El camino de aproximadamente un
kilómetro desde la aldea a la casa de María permanecía verde casi
todo el año excepto en los días de invierno en que se cubría con
un inmaculado manto de nieve. Una pareja de pesados mastines, media
docena de alborotadoras ocas grisáceas , varios gatos de razas
dispares, dos enormes pavos con su moco bermellón y un nutrido
palomar eran sus compañeros de estancia y vida.
Ninguno de ellos, ni siquiera los
mastines , que seguían incansables los movimientos de María por
todo el recinto, abandonaban la casa cuando salía al monte a coger
hierbas medicinales o iba a la aldea. Incluso las palomas, tan
amantes de largos vuelos de libertad , rara vez fueron avistadas
por el pueblo. Cuando no estaban gimiendo en su palomar, estaban
sobrevolando el bosque o picoteando el grano silvestre en el prado.
Se diría que aquella casa era el lugar seguro y confortable que todo
animal desea y busca gozoso para tener un nido.
Desde que murió su marido María había
añadido al sustento proveniente de animales y campos la recogida de
hierbas de las que conocía sus propiedades culinarias y remedios
medicinales. Una vez a la semana con este propósito iba a venderlas
a algún pueblo cercano en el valle, como antaño hiciera su marido
con las piezas de alfarería. Así fue cómo adquirió fama de
curandera.
De hecho, María soportaba con
paciencia las contradicciones de una tal notoriedad. Decían que no
sólo curaba con acierto enfermedades sino que era conocedora del más
allá y que por diferentes procedimientos adivinaba el futuro de
quienes se lo solicitaban. La gente recurría a ella para conocer de
los más diversos asuntos: el curso de la enfermedad de un ser
querido, el futuro de una cosecha, el cercano nacimiento de un
becerro o las razones por las que una madre había dejado
repentinamente de recibir cartas de su hijo ausente.
El cura párroco en sus pláticas
reprobaba a quienes recurrían a María para remediar males y
tranquilizar sus espíritus y les acusaban de simples, rudos y
supersticiosos. Pero en la práctica, pocos eran quienes a lo largo
de su vida no lo hubieran hecho por uno u otro motivo. Unas veces
acudían a casa de María pretestando tareas que hacer en el bosque,
algún animal que recoger de la montaña o un asunto que resolver en
los prados cercanos a la casa. En otras ocasiones preferían por la
gravedad del asunto a tratar, aún a riesgo de ser vistos, hacerle
pasar a sus hogares. Allí visitaba entre olores humeantes de
romero al enfermo postrado en su cama. En ocasiones pasaba a la
boyera para atender a la vaca que inquieta presentaba los primeros
signos y señales de parto o al corral donde entre gallinas
indiferentes, pavas, conejos y demás habitantes del mismo, rodeada
de vecinas curiosas a la sombra de un olmo o una higuera escudriñaba
las entrañas de un ave con el propósito de adivinar el porvenir.
Aunque su reputación como curandera
era relativamente reciente, el manejo de las artes mágicas venía
de lejos. Las había aprendido de una tía paterna con quien pasó de
niña varios años cuando tras la muerte de su madre , debida a una
larga enfermedad, su padre recurrió a su hermana que vivía en una
aldea próxima para que le ayudara en la crianza de la hija. Años
más tarde, hecha ya una mujer y morir también su padre, recibió
la casa paterna en herencia , regresó de nuevo a la aldea que le
había visto nacer y ocupó la casa junto al bosque de hayas. Aquel
fue su hogar durante el tiempo que duró su soltería y también su
matrimonio con Roberto. Y ahora, viuda, permanecía en aquel oasis de
paz rodeada de sus numerosos y queridos animales.
María estaba dispuesta a aplicar los
conocimientos medicinales aprendidos de su tía pero apenas pudo
hacerlo pues se casó a los pocos meses de volver a la casa paterna.
A su marido, hombre temeroso de Dios y de los hombres, de carácter
taciturno y amigo de pocas palabras, todo aquel trajín de creencias
en torno a su mujer le producía inquietud y malhumor. Así pues
María no forzó la situación y mientras vivió su marido procuró
mantenerse al margen de este tipo de actividad. En realidad Roberto
era un buen proveedor, alfarero, artesano de profesión, constante y
trabajador, vendía con facilidad sus productos de barro por las
aldeas y puesto que el matrimonio no tenía hijos no les faltaba lo
necesario para vivir.
Pero tras la muerte de Roberto, María
rompió las limitaciones que se había impuesto y empezó a aplicar
los remedios aprendidos y a practicar con los poderes que le habían
sido dados. Poco a poco se rodeó de ese halo reverencial y
misterioso con que se revisten quienes adivinan el futuro y que no
deja de entrañar riesgos y peligros, dada la credulidad de la
gente. Con el paso del tiempo se fue tejiendo una leyenda sobre su
persona con algunos tintes míticos. Debido a los beneficios que
producía con sus remedios, el acierto de sus conocimientos, la
sagacidad de sus explicaciones o simplemente la necesidad de la
gente de sentirse en contacto con el más allá y encontrar una
explicación mágica a los acontecimientos de la vida diaria, fue
encumbrada contra su voluntad a la fama de lo sacro. Era, decían
algunos, una reencarnación de la diosa que según los más antiguos
había habitado la cima de la Taga, nombre con el que se conocía a
la montaña más alta del lugar. Otros por el contrario, aunque la
admiraban, recelaban de sus poderes, temerosos de que en un momento
dado, con motivo de alguna venganza, pudiera aplicarlos contra sus
seres queridos o ellos mismos. Así pues, para los aldeanos a
quienes María había favorecido era una santa y para quienes le
temían simplemente una bruja.
El cura párroco que había aprendido
en el seminario que las artes mágicas no eran sino obras del maligno
rechazaba abiertamente a María, como ya hemos dicho, y consideraba
sus artes reprobables e insanas. Tesis a la que se sumaban algunos
aldeanos entre ellos el alcalde y los notables del lugar más por
razón de la posición de sus cargos y su proximidad a la autoridad
de la Iglesia que por convencimiento. De hecho y a pesar de sus
diatribas en sus hogares se consideraba el tema tabú para evitar
enfrentamientos, ya que la mayoría de sus mujeres habían recurrido
a la curandera para problemas relacionados con el parto, la crianza
de los hijos y la salud.
María acusaba esta ambivalencia de
trato y se andaba con cuidado. Aunque su carácter había sido
abierto y comunicativo mientras vivió su marido, ahora mantenía
un tono distante con los habitantes de la aldea. Le ayudaba en ello
su vida relativamente distante del pueblo en la casa cercana al
bosque de hayas. Pero los acontecimientos llevan su propio devenir y
el destino suelen ser ajeno a la voluntad de los humanos, de modo
que las leyendas sobre María crecían y se incrementaban
contrariamente a su deseo. El distanciamiento que cultivaba María
como mecanismo de defensa se convertía en neutralidad, virtud
valorada para resolver ciertos asuntos y apropiada para conjurar
angustias propias de la vida diaria. De manera que su fama y leyenda
crecía más y más.
Dada la proximidad al bosque de su
vivienda, algunos animales salvajes acuciados por el hambre se
acercaban a comer la paja amontonada junto a la cuadra o el grano que
esparcía como alimento para las aves. La imaginación popular
concluía de ello la existencia de un poder que le permitía hablar
con los animales. Los ciervos y corzos venían a estar con ella y los
mastines no les molestaban ni las ocas y gansos graznaban ante su
improvisada presencia. Había quien decía que la curandera se dejaba
poseer por el espíritu del bosque al atardecer cuando el cielo se
tiñe de rojo por la sangre de quienes luchan tratando de ocultar
al astro en el horizonte y hacerle bajar cada noche a los infiernos.
Otros añadían que ese mismo espíritu la había convertido en
guardiana de la floresta y que los pájaros acudían presto a su
llamada para trasmitirle noticias del más allá. Había quien
testimoniaba que inhalaba el humo del laurel con el que entraba en
trance. Si adivinaba el porvenir era porque podía hablar con los
espíritus de los muertos que libres ya de las ataduras de sus
cuerpos habitan mundos etéreos. También se rumoreaba que bebía la
sangre de los corderos, con la finalidad de sorber su espíritu
moribundo y poder, también ella, moverse por las esferas celestes.
Cierto día de otoño, encendidas las
primera luces del crepúsculo, un viento húmedo del noroeste,
helado para la época del año, anunció la llegada de la lluvia que
caía hacía horas sobre las cercanas colinas. Cuando a los pocos
minutos llegaron las primeras gotas a la aldea el ambiente se llenó
del inconfundible olor a heno y a tierra mojada. Súbitamente, desde
el interior de una de las casas se oyó un prolongado grito que hizo
enmudecer al murmullo de las gotas de agua sobre el empedrado.
Algunas mujeres tapándose la cabeza con sus delantales cruzaron
veloces la calle para dirigirse a la casa de donde había surgido
el desgarrado alarido y de la que llegaban lamentaciones y sollozos.
Minutos más tarde el monótono rezo del rosario se confundía con
el golpeteo de la lluvia y un acompasado y rítmico repique de
campana estuvo anunciando al muerto durante toda la noche.
De siete años de edad apenas
cumplidos, vestido con su blanco traje de marinero con el que había
recibido hacía unos meses la sagrada comunión enfrentaba ahora su
viaje por el océano del ocaso un niño de pelo castaño que yacía
sobre una cama cuyo cabezal estaba adornado con flores. Sus pequeñas
manos, pálidas y frías, sostenían entrelazas un rosario de nácar
y un pequeño breviario. Se diría, a juzgar por la placidez de su
rosto, con la misma ilusión con que lo había hecho en su reciente
comunión. A su alrededor seis candelabros traídos de la iglesia
proyectaban luces sobre la inocente criatura y convertían las
sombras de las personas allí presentes en danzantes espectros
prestos a acompañar su alma por el peligroso camino del más
allá. Niños y niñas de su edad, a quienes no se les permitía
estar demasiado tiempo ante el cadáver de su hasta hace poco
compañero de juegos, pasaban perplejos por la sala deseosos de
verle por última vez. Algunos de ellos, contagiados por el ambiente
acababan sollozando antes de abandonar el lúgubre recinto.
De vez en cuando, alguien se atrevía
a levantar la cabeza y mirar a los ojos de los dolientes padres.
En su rostro una pregunta y la búsqueda de consuelo.
- ¿Por qué ?, ¿Por qué?
La noche se hizo larga como ocurre
siempre que se acompañaba a alguien en su trance hacia el más
allá. Los presentes, siempre vigilantes, sostenidos por un frugal
ágape de difuntos, procuraban que las velas permanecieran
encendidas para que el espíritu no se extravíe y encuentre
rápidamente el camino definitivo que le llevará al cielo.
Al día siguiente casi todos los
habitantes de la aldea, reunidos en la iglesia parroquial, asistieron
a la misa por el alma gloriosa de aquel niño. Ya no llovía, pero
las nubes permanecían en el cielo contribuyendo a la melancolía y
tristeza presente en la aldea. Tras la misa se cantó un réquiem y
una vez finalizado el párroco, vestido con casulla y estola negra
bordada en oro, dio tres vueltas al féretro que parecía desafiar
con su brillante blancura la penumbra circundante. Moviendo
circular y rítmicamente un pesado incensario perfumó el recinto
con la fragancia del incienso y se colocó frente al niño
difunto para leer un breve responso y rociarle con agua bendita. La
madre corrió entres sollozo a abrazar a su hijo por última vez. A
una señal del párroco algunas mujeres se acercaron , la cogieron
con suavidad y la aportaron del niño. Los enterradores clavaron la
tapa del ataúd y los golpes retumbaron sobre las paredes con un
eco interminable en medio del más profundo silencio. La campana de
la torre seguía enviando a los cuatro vientos su lúgubre mensaje.
Cuatro hombres tomaron en sus hombros la caja y atravesando la
puerta principal salieron al atrio del templo donde esperaba el
resto de los habitantes de la aldea que no habían podido entrar en
el templo.
Se formó el cortejo: un monaguillo
llevaba no sin dificultad una pesada cruz de plata, apreciada
reliquia del pasado utilizada en estas ocasiones. Detrás de la
cruz se colocó el cura quien cubrió su cabeza con bonete de seda
negro y borla y puso sus dedos cruzados junto a la barbilla en señal
de profundo recogimiento. A su lado se movían inquietos dos
monaguillos vestidos con sotana roja y pelliza blanca, atentos a
cualquier gesto del párroco. Un tercero era el portador no si
dificultad, debido a baja estatura, del humeante incensario que había
recibido tras el responso .
Cuando la comitiva se puso en marcha
los padres del niño difunto ocuparon su lugar detrás del féretro.
La madre apoyada en el hombro de su marido suspiraba profundamente
como si le fuera a faltar el aire a cada paso. Junto a ellos una
joven de pelo rubio y tez clara y pecosa , vestida con traje y
mantilla, daba la mano a un niño de apenas cinco años a quien se
había vestido para la ocasión con una rebeca gris, pantalones
cortos del mismo color y zapatos brillantes de charol. Sujetaba el
infante con fuerza unos pequeños guantes blancos, prenda de su
hermano difunto, que alguien le había dado. El cortejo cubría lento
la distancia desde la iglesia hasta el cercano cementerio en profundo
y tenso silencio. Al llegar a los primeros cipreses que jalonan el
camino y a la vista las primeras tumbas yacentes sobre un verde
manto de hierba , se oyó:
- ¡ Ha sido la bruja !
Un rumor se extendió por el numeroso
grupo de gente como se extienden sobre la superficie de un campo de
trigo las ondas del viento.
Tras la última plegaria, el ataúd fue
depositado suavemente en la fosa excavada desde el día anterior por
los alguaciles. Algunas mujeres depositaron flores. Luego algunos
puñados de tierra arrojados por los familiares del niño sobre el
féretro. A continuación el rápido trabajo de los enterradores hizo
desaparecer a la vista de los vivos y para siempre a aquella criatura
que sólo unos días antes reía y corría por las rústicas calles
de aquella aldea. .
Al día siguiente, tras el entierro,
el rumor sobre la participación de María en la muerte del niño
lejos de desaparecer había aumentado hasta golpear las paredes de
la aldea como el eco sonoro de un amenazante vendaval.
_ Dicen que ha sido María,
la bruja que vive en la casa del bosque.
¿Por qué sino cada año muere
un niño en nuestra aldea?
Alguien nos trae esta desgracia.
¿Y quién sino María?
Los médicos no saben la causa de
las muertes de nuestros hijos. No se trata de algo natural.
¡ Es la bruja quien con sus
poderes y su magia mata a los niños !
Fue ella quien hizo morir a
Raquel la de Lola y Carlos ¿Quién sino? Los médicos nunca
explicaron su muerte ni la del resto de nuestros niños
Si, seguramente fue ella quien
mató también a la hija de Lucas y a la de Rosario.
Pasaron los días y como siempre ha
ocurrido con curanderas y brujas, cada vez se hacían más
conjeturas, fruto de la irracionalidad mezclada con la sugestión y
el miedo, a cerca de la influencia de María en la vida de los
aldeanos. Pero la sugestión y el miedo no son sino un caldo de
cultivo que exaltan la creencia y hacen confundir el pensamiento con
la realidad de las cosas, por lo que la vida de María empezó a
correr serio peligro.
Alguien, agradecido por algún bien
conseguido por su mediación, le hace llegar la noticia y le pide
que no se acerque al pueblo. Le explica que se ha apoderado de la
aldea el rumor de que es ella quien mata con su magia a los niños.
Le ruega que huya lo más pronto posible.
María se asusta, se encomienda a Dios;
pero permanece en su casa del bosque a pesar del peligro. No quiere
irse ni tiene donde hacerlo. Durante el día arregla la casa
cuidadosamente, alimenta a sus animales y alarga su tiempo de estar
con ellos, como quien sabe que va a tener que abandonarlos a su
suerte. Ella que tantas veces se ha comunicado con el más allá,
presiente ahora en medio de la belleza de aquellas montañas y de la
inmensidad de los prados circundantes la proximidad de la muerte.
Hay silencio y paz a su alrededor. De vez en cuando se oyen los
mugidos de las vacas, el relinchar de las acémilas o el revoloteo de
las palomas. Pero sabe que aquel profundo sentimiento de paz que le
embarga no es sino el preámbulo de una muerte cercana. Por eso no
puede evitar mirar a cada momento al camino que le separan de la
aldea, por el que ha paseado feliz tantas veces, ahora iluminado
por el sol y sobre el que el viento otoñal ha depositado
pacientemente una dorada alfombra de hojas de robles, castaños y
hayas que pisará muy pronto el rey invernal cuando venga con su
manto de armiño .Por la noche apenas puede conciliar el sueño a
pesar de que sus fieles mastines le avisarían de inmediato de la
proximidad de cualquier persona extraña.
Mientras tanto, en el pueblo, aldeanos,
convertidos en horda, van al Ayuntamiento a ver al alcalde. Lo
encuentran rodeado de notables sabedores de las tramas y maniobras
de sus paisanos. Le hablan con tono imperativo y piden que María
sea apresada. El alcalde consciente de su responsabilidad trata de
detener a aquel grupo de mujeres y hombres que eleva cada vez más el
tono de voz. Hay quien le grita y amenaza. Con voz indecisa dice que
hay que consultar a los expertos, dar a conocer los hechos a las
autoridades y tratar de ver qué ocurre realmente. El cura enfundado
en su negra sotana la vista baja parapetado en sus pensamientos
guarda silencio y mueve la cabeza a izquierda y derecha sin atreverse
a decirles nada. Les falta resolución y coraje para frenar a
quienes convencidos de la culpabilidad de María en la muerte de
niños, más o menos frecuente en aquella aldea piden que sea
ajusticiada.
La horda de campesinos que en su
imaginación ha juzgado y condenado sumariamente a María al ver la
oposición de las autoridades abandona el ayuntamiento y con paso
rápido recorren amenazantes las calles del pueblo aliados. Quieren
llegar hasta la casa de María y apresarla. Cuando finalmente el
grupo enfila el camino en dirección a la casa de María lo forman
más de cincuenta hombres y mujeres armados con hoces, cuchillos.
A su paso por la cerca que bordea el
prado, Lucio, asustado por el tropel vociferante, emite un dilatado
rebuzno pero permanece expectante, inquieto, alejado de la cerca,
en contra de su costumbre de ir a saludar a cuanto humano transita
por aquellos parajes. Su rebuzno nervioso y prolongado se convierte
de inmediato en una señal de alarma para cuantos seres vivientes
que habitan las montañas. Los ciervos levantan su cabeza,
huelen,,otean el horizonte, y emprenden una veloz carrera desde los
prados a los bosques cercanos. Las vacas llaman a sus terneros y se
trasladan con paso decidido a los lugares en los que se sienten más
seguras. Las yeguas relinchan inquietas y recogiendo a sus potros se
lanzan a recorrer en círculo los límites de aquellos prados. Las
palomas alzan el vuelo y permanecen largo tiempo en el cielo dando
vueltas en torno a la casa sin atreverse a detenerse y posarse
sobre el tejado. Las ocas y los gansos graznan ansiosos. Los
mastines corren ladrando hasta la verja y muestran amenazantes
sus poderosas mandíbulas.
Los aldeanos atraviesan el prado con
paso decidido y llegan hasta la valla que rodea la casa de María.
La horda se detiene. Hay desconcierto y sorpresa en sus miradas. En
el umbral de la casa , a pocos metros de la verja donde los
mastines siguen ladrando y gruñendo, un hombre moreno, alto, de unos
cuarenta años, que viste cazadora de cuero y pantalones de pana
marrones de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas
ligeramente abiertas observa a los vociferantes aldeanos. Unos pasos
detrás de él, debajo del marco mismo de la puerta, María cruza su
chaqueta de lana verde sobre el pecho. Su pelo apenas sujeto por
una fina cinta verde cae desordenado por hombros y espalda. De vez
en cuando una ligera brisa empuja algunos cabellos hacia su lívida
cara, pero ella no se atreve hacer un gesto para apartarlo.
Poco a poco el grupo de aldeanos va
bajando el tono de la voz y los gritos amenazantes se convierten en
un susurro. Ante aquel improvisado silencio, los ladridos de los
mastines parecen todavía más rabiosos, potentes y amenazantes.
María los llama varias veces. Finalmente dejan de ladrar y dando la
espalda a la multitud caminan moviendo pesadamente sus cabezas hasta
donde está su ama quien sin dejar de mirar a la horda, los
tranquiliza pasando la sobre sus lomos mojados por el sudor.
Los campesinos han reconocido a D.
Manuel, el médico que acude regularmente , martes y jueves ,a
pasar su consulta en las dependencias habilitadas como clínica en
Ayuntamiento.
¿Qué hace allí? ¿ Por qué está
con María? , se preguntan.
Alguien que ama en silencio a María
corrió hasta donde vive D. Manuel, el pueblo más hermoso y al mismo
tiempo más lejano del valle, para decirle que María, la curandera,
la viuda que cada semana montaba su singular farmacia de hierbas y
emplastos en el mercado de aquellos pueblos circundantes, a la que
algunos consideraban una bruja y también reencarnación de la diosa
de la Taga, estaba siendo acosada, amenazada y perseguida por los
aldeanos, que le hacían culpable de las últimas muertes de niños
acaecidas en la aldea.
Don Manuel que sabe que María no es
culpable ensilla rápidamente su caballo y acude a galope a la aldea
donde vive María, a la casa junto al bosque de hayas. Cuando los
campesinos toman la calle que lleva al lavadero con la intención de
enfilar el camino del bosque, D. Manuel ya ha conseguido pasar la
verja que habría de detenerlos y pudo hablar con María.
Extrañado por la frecuente muerte de
niños en la aldea con problemas respiratorios y afecciones
pulmonares llevaba meses hablando con los catedráticos de la
facultad de medicina donde estudió, de lo que consideraba una
extraña enfermedad. Una enfermedad desconocida y de difícil
diagnóstico. Una enfermedad que según los investigadores médicos
de la Universidad podía llegar a tener un nivel de incidencia alto
entre personas oriundas de un mismo lugar, dado su componente
genético. Una enfermedad hereditaria, no contagiosa, que se
manifiesta desde el momento del nacimiento y resulta incurable Una
patología compleja, que afecta a muchos órganos del cuerpo, aunque
en cada caso puede manifestarse de distintos modos y en distintos
grados. La afectación pulmonar es el síntoma más grave pues las
continuas infecciones deterioran el tejido pulmonar provocando la
muerte de los niños pues difícilmente se sobrevive a los ocho o
nueve años. El diagnóstico acuñado por el departamento de
fisiología de aquella Facultad :“ mucovicidosis o fibrosis
quística”. La enfermedad que probablemente era endémica en la
aldea por el casamiento entre personas cercanas explicaba las
continuas muertes de aquellos niños e iba a ser tratada
preventivamente.
Tras el inesperado silencio provocado
por la presencia del médico se empiezan a oír de nuevo entre el
grupo de campesinos voces exaltadas pidiendo que María sea ahorcada,
pero D. Manuel toma la palabra para informarles de su grave
equivocación. Les reprocha su exaltada reacción, su ignorancia, su
obcecada maldad. Les amenaza con la justicia y les invita a
reunirse con él en el Ayuntamiento donde les esperan dos profesores
investigadores médicos que han venido expresamente a responder a
sus preguntas.
En los prados húmedos por el reciente
deshielo la hierba brilla reflejando con cada gota los colores del
mediodía. El caminante acaba de abandonar la aldea y se dirige al
cercano bosque de hayas. En el camino diminutas flores blancas y
lilas pujan por anunciar el esplendor de la primavera. Caballos,
vacas y ovejas de gruesa lana, asentados en las tierras bajas desde
que se iniciara el invierno disfrutan con la frescura del alimento
primaveral. La nieve blanquea todavía las cimas más altas sobre
las que solemnes planean varias parejas águilas que tienen ya
construidos los nidos. El olor a musgo y helecho del cercano bosque,
todavía húmedo, ensancha los pulmones del caminante. Acros, da
rienda suelta a su dormido instinto depredador siguiendo el rastro
de roedores y pequeños herbívoros sacados de su letargo invernal
por la primavera. Incapaz totalmente de cazarlos va de aquí para
allá. Atraviesa divertido la cerca una y otra vez pisando las
flores que salpican la hierba mojada de vez en cuando mira a su amo
deseando que no tenga prisa en su caminar.
Al caminante le gustaría retener
aquel instante de paz, en el que está sumergido el valle, pero
sabe que no es posible, que ser arrebatado en espíritu por la
belleza, sólo ocurre de vez en cuando. Por eso trata de vivir ese
momento.
Casi al final, el camino se pierde
en el bosque, aparece en un recodo la verja de la casa de María. El
caminante se acerca respetuoso y mira al interior con curiosidad.
Una cadena y un candado mantienen juntas las desconchadas puertas
de hierro por las que chorrea el óxido . La caprichosa yedra ha
trepado por los muros e invade los alerones y tejado. En el suelo,
junto al pozo, todavía puede verse el cubo con el que seguramente
María sacaba agua o llevaba el alimento a sus animales. Las puertas
de madera de la casa, hinchadas por el frío y la humedad del
invierno empiezan a resquebrajarse. Dos ardillas que suben y bajan
inquietas las escaleras cubiertas de musgo, se paran a mirar
asustadas la cabeza del viajero que asoma por encima de los
portones. La puerta de la cuadra fuera ya de los goznes está apoyada
en el dintel a punto de caer. El caminante mueve la verja por si
hubiera un resquicio y se abriera, pero sólo consigue que algunos
pájaros levanten el vuelo.
Le parece oír el ladrido de los
mastines, el graznar de ocas y patos y el incansable ajetreo de María
la curandera por aquel recinto. Pero el recinto permanece
solitario, sonoro y silencioso al mismo tiempo.. Lo que sí oye es el
arrullo de los palomos, descendientes de aquellos que cuidó
María, y ve cómo entran y salen del cálido palomar
importunándose los unos a los otros y a quienes los prados con su
grano silvestre seguían proveyendo. También escucha, tal como hizo
la curandera año tras año desde su infancia, el susurro de las
hojas del tilo que da sombra a la casa y el eco de la leña que cae
en el cercano bosque. Las tejas han empezado a caer por la acción de
los pájaros y el agua , como un preludio de la irremediable ruina
de aquella casa.
De vuelta a la aldea recordó toda
aquella historia que le habían narrado en la aldea. El eco de
esquilas y cencerros trababan el pasado y el presente en armonía.
Pensó en los olorosos otoños en que la lluvia canta sobre las
caídas hojas rojas, en los largos inviernos en los que el camino
guarda silencio cubierto de nieve y en las alegres y variopintas
primaveras e imaginó a a María yendo y viniendo por aquel sendero
que ahora pisaba.
Acros, ajeno a los pensamientos del
amo, seguía oliendo las innumerables yerbas del camino. Seguro que
sabía, como María, cuales eran medicinales y cuales no, pero un can
nunca llega a expresarse con claridad. Hubiera sido, pensó, un buen
compañero para la curandera María que sí parecía comunicarse con
los animales. Lo llamó y acarició. El can miró a uno y otro lado
creyendo que iba su amo a cambiar de dirección, pero le bastaron
unos segundos para saber que continuaría por el mismo el camino
que lleva de nuevo hasta la aldea y siguió zigzagueando delante
de su amo.
Súbitamente, al pasar junto a la cerca
se oyó en la lejanía un prolongado rebuzno. Un asno color oscuro
de hocico plateado y abundante pelaje, vino trotando en dirección
a la cerca extendidas sus largas orejas que giraba una y otra
dirección. Acros sorprendido miraba alternativamente aquel burro que
se acercaba veloz y a su amo como queriendo saber qué hacer y si
debía ladrar al intruso. Al momento comprendió que su amo lo
recibía complacido y se sentó esperando acontecimientos. Cuando
Lucio llegó a la cerca sacó su ruda cabezota por encima de los
desvencijados maderos y se dejó acariciar largamente.
Cuando llegaron al final de la cerca
siguieron el camino hasta una encrucijada. Allí torcieron a la
derecha para no volver a pasar por la aldea. El caminante se paró un
momento y miró atrás queriendo retener una vez más en la retina la
belleza de aquellos prados. De nuevo, desde la lejanía se oyó un
prolongado rebuzno.
© Rafael Rodrigo Navarro ESTAMPAS
RÚSTICAS 1012
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DIÁLOGOS SOCRÁTICOS EN EL SIGLO XXI: Sobre la emoción
Luis: Hola, Pedro, hace tiempo
que quería hablar contigo, pues hay algunas preguntas que rondan mi
cabeza.
Pedro:Ya sabes soy tu amigo y
los amigos están para escuchar, para tratar de comprender.
Luis : Sí,es la ventaja de la
amistad. Todo el mundo tiene necesidad de ser escuchado de vez en
cuando.
Pedro :
De este modo posibilitamos que el pensamiento se objetivice y uno se
conozca mejor. Además nuestros pensamientos se complementan y
desarrollan con el punto de vista de los demás. Pero ¿Qué
es lo que me quieres comentar ahora? Luis.
Luis: Sabes que hoy día se
habla mucho de la inteligencia emocional
Pedro: Es cierto, desde la
publicación del libro de Daniel Goleman “ La inteligencia
emocional”, allá por el año 1995 , hay mucha gente que se ha
interesado por este aspecto de la inteligencia y más aún de la
propia vida. Muchos han descubierto que existe una parte emocional en
nuestra existencia que es de capital importancia.
Luis: Un aspecto si no olvidado
por lo menos minusvalorado.
Pedro: Este descuido se debe a
que existe una sobrevaloración de lo racional en la educación que
hemos recibido y que ha ignorado que la inteligencia tiene un
componente emocional ineludible.
Luis: Parece peligroso, este
descuido.
Pedro: Y lo es, pues si
descuidamos aspectos que son importantes para la adaptación social
¿ qué será nuestra vida sino un completo despropósito? ¿ Cómo
vamos adaptarnos al entorno humano e incluso físico si no
entendemos bien o prescindimos de las emociones, uno de los
instrumentos más valiosos que ha desarrollado la naturaleza para las
relaciones entre individuos y grupos?
Luis: Ahora que sabemos que en
el ser humano la parte emocional es tan importante como la parte
racional podemos pensar que hubiera sido mejor definir al ser humano
como un ser “emocional racional” y no como “animal racional”.
Al utilizar Aristóteles el concepto de animal,
aunque hacía referencia a las emociones de las que estamos hablando,
no se ha entendido sino en un sentido peyorativo, como si tuviéramos
una parte realmente humana, la racional y una naturaleza de menor
rango, la animal.
Pedro: Puede ser. El tema es
complejo. Lo importante es comprender qué son las emociones y los
sentimientos para plantearnos a su vez qué debemos y podemos
hacer con los instintos.
Luis: Porque hay emociones
destructivas ¿ No es así?
Pedro: Así es. Cuando se odia
a un semejante, surge el sentimiento de revancha y violencia contra
él. Se desea su destrucción y diferentes emociones acompañan a ese
deseo tanto en la ejecución como en el resultado. Se puede llegar a
disfrutar de herirle o darle muerte.
Luis: Pero dejemos para otro
momento
el análisis de las emociones destructivas e
incluso la pregunta sobre el funcionamiento del instinto. De lo que
quería hablar es de la conclusión a la que he llegado al
reflexionar sobre las emociones. ¿No es cierto que la enorme
diferencia existente en la manera de ver la vida, en los pensamientos
que elaboramos, en el lenguaje que utilizamos en nuestros discursos
que dejan frecuentemente perplejo al interlocutor, incluido el amigo,
es debida al componente emocional de nuestra inteligencia?
Pedro: Sí,es cierto. Hay algo
que nos sorprende profundamente y es darnos cuenta de que por más
que hablemos y nos comuniquemos con nuestros semejantes nunca
llegamos a tener un mismo punto de vista. Este fenómeno es
claramente observable en el caso de los amigos con quienes se habla
con confianza de los muchos aspectos que nos preocupan en la vida a
veces con la angustia presente de necesitar encontrar otro punto de
vista. En ocasiones, cuando parece que está habiendo una buena
comunicación y parece que existe coincidencia en el punto de vista
sobre algún asunto, súbitamente,sin saber bien porqué, te envuelve
una sensación de extrañeza sobre lo que te está diciendo y ves
que él tampoco te entiende. Más aún en algunos casos observas,
contra tu voluntad y tu intención, que ha sido afectado
emocionalmente con lo que le has dicho y que su reacción te es
adversa.
Luís: Si es cierto, pero así
se propicia el diálogo. Si todos pensáramos lo mismo no habría
diálogo.
Pedro: Cierto, el diálogo es
fundamental para las relaciones humanas, pero yo me refiero a la
toma de conciencia de nuestra radical individualidad que en algunos
momentos de nuestras vidas se transforma en angustia pues como seres
sociales que somos queremos comunicarnos y nos sentimos bien cuando
hay comprensión. .
Luis: Bueno, aunque dialoguemos
e incluso discutamos, si existe amistad o amor la relación se
recupera. Supongo que lo social no se basa exclusivamente en la
comprensión racional sino en algo más profundo.
Pedro: Me preguntas si esas
diferencias en la forma de pensar, de razonar, de ver la vida o
hablar surgen de la parte emocional del ser humano y nos hacen
totalmente singulares¿no es así?
Luis: Sí, algo así. Y no
sólo totalmente singulares sino prácticamente inaccesibles unos a
otros.
Pedro: Las emociones son fuente
constante de paradoja. Cualquier conducta humana viene acompañada
de emociones incluso el simple lenguajear.
Luís: Sí, es evidente que las
emociones acompañan al lenguaje.
Pedro: También es evidente que
el lenguaje desata emociones.
Luis: Sí, también parece
evidente.
Pedro. En la vida diaria
observamos que el lenguaje y las emociones se retroalimentan. Pero
se trata de dos componentes de nuestra inteligencia y nuestra
personalidad diferentes. Por un la do el lenguaje desata emociones y
las emociones hacen hablar a la gente pero por otro lado mientras el
lenguaje comunica conceptos, las emociones no lo hacen, no trasmiten
conceptos.
Luis. Vuelvo pues a insistir en
mi pregunta ¿ Qué hacen realmente las emociones? ¿ Nos unen en
cuanto seres individuales o nos separan en mónadas irreductibles?
Pedro: Las emociones en
realidad indican que estamos unidos. Cada uno vive la emociones de
manera única, personal y posiblemente intransferible en su
complejidad pero tienen la virtualidad de mantenernos unidos
provocando un tipo de contacto que llamamos emocional.
Luis Me estás hablando
entonces de dos sistema de comunicación diferentes el racional y el
emocional que me imagino a su vez que estarán interrelacionados.
Pedro. Así es
Luis Pero a mi me interesa
comprender el sistema de comunicación emocional. El racional ya lo
conozco. Ha dado lugar a la lógica, a la matemática, a la ciencia,
etc.
Pedro: Decía que las
existencia y presencia de las emociones indican que los seres
humano,seres individuales irreductibles unos a otros, formamos parte
de una realidad que podemos llamar “ superior o transcendente” :
el grupo social humano.
Luis: ¿ Quieres decir que
las emociones serían algo así como la puerta de entrada a ese mundo
unitario que subyace a la conducta individual del ser humano?
Pedro: Efectivamente. Por
definición la conducta social es algo que nos trasciende ya que es
el resultado de la interacción de varios individuos, es decir algo
nuevo y por esa misma definición más complejo. Las emociones nos
proporcionan la conciencia de que somos seres grupales es decir
sociales. De esta consciencia surge la ética, la moral y las leyes
sociales en general.
Luis: Consecuentemente
no podemos guiarnos exclusivamente como si fuéramos seres
individuales.
Pedro: Efectivamente, aunque
también como individuos somos merecedores del respeto social a
nuestra individualidad.
Luis: Esto me hace pensar que
pueden haber dos extremos: el individualismo por una parte, y el
gregarismo por otra.
Pedro: Así es. Posturas
ambas difíciles de evitar, de lo que hablaremos más adelante.
Centrémonos ahora en la conducta emocional que nos hace consciente
la pertenencia a una realidad grupal que, como hemos dicho, nos
trasciende.
Luis: Algo difícil de admitir,
pues no nos es agradable sentir que no controlamos nuestro destino.
Pedro: Y realmente no
controlamos nuestro destino. Las emociones nos llevan en muchas
ocasiones hacia donde no queremos o por lo menos a donde no habíamos
previsto. No obstante nuestra individualidad permite cierta
variabilidad de reacción ante un acontecimiento social que nos
trasciende. En general, no consideramos racional al sistema de
comunicación de las emociones porque trasciende nuestra racionalidad
individual.
Luis: Pero podríamos hablar de
una racionalidad social.
Pedro: En ese caso deberíamos
pensar que existe un racionalidad superior.
Luis: Muchas personas creen en
la existencia de Dios.
Pedro: Así es, pero en el plano
de las emociones pensar que existe una racionalidad superior
equivaldría a decir que nuestras emociones responden a un plan.
Luis. Sí claro. Se dice que
Dios escribe en renglones torcidos o que lo que está ocurriendo es
su voluntad.
Pedro: Pero nosotros no lo
sabemos, ni nos atañe en cuanto seres individuales interrelacionados
por las emociones. Hablamos de lo que nos ocurre, no de lo que nos
pueda ocurrir. Y lo que nos ocurre es que nos comunicamos de una
manera un tanto extraña, nos comunicamos mediante las emociones la
mayoría de las cuales nos trascienden. Creemos relacionarnos
mediante el lenguaje racional pero rápidamente nos damos cuenta de
la poca consistencia de lo que hablamos y de que casi todo es
relativo, sin embargo las emociones hacen que recordemos nuestras
vivencias y las reelaboremos una y mil veces dando lugar al
pensamiento final que a su vez comunicamos y ejecutamos.
Luis: Pero ahora descubrimos que
lo irracional o por lo menos lo no-racional guía la mayor parte de
nuestras vidas y que el instrumento de comunicación de lo
no-racional son las emociones.Vuelvo a señalar que es difícil de
aceptar, cuando hemos descubierto la importancia de las emociones en
nuestras vidas, no saber a donde nos llevan las emociones.
Pedro. Algo sabemos.
Luis ¿ Qué sabemos?
Pedro: Por un lado hemos dicho
que son el componente de nuestra vida social.
Luis Pero la vida social y en
concreto nuestra vida social es el claro ejemplo de una complejidad
que nos trasciende.
Pedro: Por tanto podemos
hacernos la pregunta sobre qué es más real en nosotros mismos, si
nuestra vida individual o nuestra vida social.
Luís: Una pregunta importante
a la hora de saber cómo conducirnos como seres humanos pero
imposible de contestar.
Pedro: Imposible de contestar si
queremos responde al concepto de “ más o menos real”, pero fácil
de contestar si damos por reales ambos componentes de nuestra
inteligencia.
Luís: Quieres decir que
podemos ser conscientes de que no sólo somos reales en cuanto
individuos sino que somos igualmente reales en cuanto grupo social.
Ahora me doy cuenta que cuando hablamos de inteligencia emocional
estamos hablando de inteligencia social.
Pedro: Y desde el principio
hemos dicho que ha sido un fallo del racionalismo no darse cuenta
tanto de nuestro potencial de inteligencia social así como de su
aplicación práctica. La manera de conducirse las personas en grupo,
la relación interpersonal, la relación social es la que ha
determinado y determina nuestras emociones y viceversa nuestras
emociones las que determinan nuestra relación social actual. Si
tenemos una personalidad fraguada en las emociones vividas en la
infancia es porque somos seres sociales por antonomasia, porque
necesariamente nos hemos desarrollado en la matriz de una sociedad,
familiar, nacional, cultural etc. Y esa personalidad determina
nuestra vida social actual a veces con rigidez y a veces con
flexibilidad dependiendo de cómo cada uno haya elaborado esas
emociones.
Luis: Al oírte este
razonamiento me doy cuenta de la importancia que han de tener para el
individuo esas tres matrices de las que has hablado: la familiar,
la nacional y la cultural.
Pedro: No es difícil observar
que cualquier conversación y no digamos cualquier intento de
modificación o revisión de un hábito de conducta, está
relacionado con esas tres matrices y por ello levanta verdaderas
pasiones.
Luis Así pues podemos decir
que, en contra de las apariencias, no es el lenguaje la argamasa de
lo social sino las emociones.
Pedro. Hasta cierto punto. Sería
más exacto decir que el lenguaje sólo funciona sobre la base de
las emociones. Así puede ser deformado, tergiversado en su
comprensión e incluso anulado según sean las emociones presentes.
Es decir según sea la relación social establecida.
Luis. ¿Y no podría ser al
contrario?
Pedro: En cierta manera también
el enunciado contrario es verdadero. El lenguaje puede modificar
las emociones y conseguir de esa manera una mejor comunicación entre
los seres humanos o en algunos casos un bloqueo de la comunicación.
Esta es la tesis de Humberto Maturana y Francisco J.Varela. El
lenguaje social es el instrumento que nos permite modificar las
emociones que a su vez nos permiten la relación social. Hablar para
cambiar el lenguaje personal, cerrado, que constituye nuestra
racionalidad. Emocionarse para hablar de manera social y no elaborar
soliloquios racionales y también dialogar para emocionarse. Pero
advierte Luis que lo social no se acaba en el diálogo entre dos, en
la pareja, sino que debe haber un tercero, un cuarto, un quinto....
Luís: ¿ La palabra de un
tercero? No llego a comprender lo que dices.
Pedro: Las emociones son el
componente básico de la interrelación entre individuos. Por tanto
nunca una interrelación puede quedarse entre dos personas del mismo
modo que un individuo no puede desarrollarse aislado. Decimos que las
emociones se contagian y esto ocurre porque siempre que se juntan
dos o más personas las emociones se activan y de alguna manera ya se
están expresando. Si embargo si sólo hablamos con la razón
podemos guardar silencio sobre lo que no nos interesa comunicar.
Luis: Pero las emociones también
pueden ser escondidas.
Pedro: Sí, puede hasta cierto
punto haber un silencio de emociones, pero por breve tiempo si las
personas interactuan. Sabemos que el lenguaje de las emociones es
corporal lo que hace muy difícil su control. En cierta manera no
deberíamos hacer una separación demasiado radical entre lo racional
y lo emocional, entre el lenguaje y las emociones, porque a la larga
el lenguaje se comportan casi de la misma manera que las emociones,
pero podemos aceptar algunas diferencias. El caso es que esa tercera
o cuarta persona de la que hablamos puede mediar ( para bien o para
mal) en las emociones producidas por el contacto entre dos personaas
y aquí está el quid de la dialéctica entre lo social y lo
personal.
Luis Explicate.
Pedro: Los seres humanos en
cuanto individuos construyen su personalidad en la infancia y la
modifican a lo largo de su vida, aprenden a manejar algunas de sus
emociones, conocen algunos de sus sentimientos y desarrollan un
pensamiento y un lenguaje propio en en el marco de una matriz
social.
Luis: Eso hemos dicho
Pedro: El resultado puede ser un
individuo en equilibrio con la sociedad o, lo que parece sinónimo,
consigo mismo. O por el contrario un individuo desequilibrado.
Luis: Quieres decir que cuando
una persona está desequilibrada individualmente es porque lo está
socialmente y viceversa.
Pedro: Eso digo.
Luis: Ya entiendo. Entonces
desde el punto de vista social el concepto de equilibrio es
fundamental.
Pedro: Eso es. Y las emociones
humanas , como las emociones animales, tienen que ver con ese
equilibrio o desequilibrio personal que es al mismo tiempo social y
viceversa. Las emociones positivas y las emociones negativas o
destructoras tienen que ver con el equilibrio personal que, como
acabamos de decir, a su vez es un equilibrio social.
Luis: Se me ocurre entonces
pensar por un lado el lenguaje es una especie de puente entre lo
racional y lo emocional y por otro que lo racional tiene sentido,
del mismo modo que lo emocional, en el contexto del equilibrio
social.
Pedro: Efectivamente no tiene
sentido alguno fuera de dicho contexto. ¿ No resulta penoso ver a
la gente queriendo tener razón y obstaculizando de este modo la
relación social ?
Luis: Es normal, cualquier
persona suele estar convencida de lo que habla y cree tener la razón
Pero: Y sin embargo desde el
punto de vista social esto no es posible. O se tiene una parte de la
razón que llamaríamos general o simplemente nadie tiene la razón.
No se puede tratar de defender la razón como si de una conquista
personal se tratara. El que cree tener razón es un peligro.
Justificará su violencia apelando a que tiene la razón. De hecho
la razón es el instrumento del poderoso para imponer su voluntad.
Cuando más loca está una persona generalmente más cree tener la
razón. No lo digo yo, está en la literatura y en el lenguaje
popular.
Luis: Es cierto, se dice que a
los locos hay que darles la razón.
Pedro: No hay más que leer el
Quijote. Cuando más está una persona fuera de la realidad que le
rodea, más cree tener la razón. Y para no tener que sufrir su ira
hay que darle la razón.
Luis: ¿ Está entonces la razón
relacionada con la ira?
Pedro: En el Quijote los
episodios de ira por parte de D. Quijote son frecuentes. Esta
paradoja está magistralmente descrita por Cervantes. D. Quijote ha
perdido la razón y por eso cree tener la razón. Entra así en el
círculo vicioso de la violencia. No se le puede dar la razón porque
no la tiene pero hay que dársela porque no la tiene. D.Quijote se
enfada de que nada a su alrededor funciona según le indica su razón.
Quienes le rodean no pueden hacer funcionar las cosas según el
criterio de D. Quijote porque entonces entran en conflicto con ellos
mismos y con la sociedad, pero a su vez si no siguen dicho criterio
el que se enfada y proyecta su violencia es D.Quijote.
Luis. Es una obra soberbia y
divertida.
Pedro: Divertida porque
D.Quijote es en realidad un personaje que cree tener poder pero no lo
tiene. Pero no resulta tan divertida cuando el que está desadaptado
es un poderoso o grupo de poderosos y entran en el círculo vicioso
de la violencia. Ejercen la represión o la violencia porque creen
que no se hace su voluntad, cuando en realidad no puede hacerse su
voluntad en base a una razón desadaptada precisamente por el propio
ejercicio del poder.
Luis ¿ El ejercicio
del poder desadapta a las personas?
Pedro: Por supuesto, pero de
esto hablaremos otro día. Sigamos con el tema de hoy: la
inteligencia emocional. ¿Y porqué crees Luis que tener la razón
está relacionado con la ira?
Luis . Ciertamente me haces
preguntas difíciles de responder. Habría que concluir que es porque
la razón se convierte con facilidad en algo así como un castillo
que hay defender de cualquier intromisión o ataque.
Pedro:
Efectivamente, esta es una de las características de la razón.
Puede convertirse en un mecanismo de defensa para el individuo.
Luis:
¿Defensa de qué ? ¿ De la emociones quizás?
Pedro:
Sí, de hecho puesto que tiene esta virtualidad se convierte en
mecanismo de defensa de las emociones negativas o destructoras que
existen en las relaciones humanas que a su vez son la consecuencia de
un reparto del poder. Pero en ese caso la razón pierde su valor.
Desde mi punto de vista la razón no debería estar reñida con la
comunicación y la sociabilidad, aunque sólo fuera porque cuando nos
expresamos empleamos palabras comunes de una determinada lengua,
pero en la práctica si las emociones están alteradas la
racionalidad no cumple esa función y el lenguaje queda
distorsionado. La emoción, la razón y el lenguaje se alteran en
cuanto se pierde el equilibrio social.
Luís:
Tengo que concluir que el lenguaje que hemos considerado desde
siempre la quintaesencia de la comunicación no siempre es un buen
instrumento de comunicación entre los humanos.
Pedro.
No lo es, si no guarda armonía con las emociones. Son las emociones
las que van a permitir o impedir la buena comunicación y el
lenguaje no está por encima de ellas.
Luis:
Ahora veo con más claridad, lo que decíamos al principio, que
hemos de poner toda nuestra atención en la vida emocional.
Pedro:
Efectivamente y más importante aún es el equilibrio social para que
las emociones a su vez sean positivas y se pueda dar una buena
comunicación a través del lenguaje. En nuestra vida social,en
realidad no debería importarnos tener la razón, sino conducirnos
en el marco de unas buenas emociones, mediando en conflictos sociales
para su disolución, alcanzando y tratando de no perder el equilibrio
social. De esta manera recibiremos las emociones positivas que son
fundamentales para nuestro equilibrio personal y nuestra felicidad
individual. El equilibrio social es tan importante como el equilibrio
biológico. Y del mismo modo que fuera del equilibrio
biológico no hay vida, tampoco hay vida fuera del equilibrio social
Luis: Lo que acabas de decir
equivale a decir que existe “ una muerte social”
Pedro: Existe una muerte social.
Eso lo saben muy bien quienes condenan a sus oponentes al ostracismo.
Es objetivo dictador acallar la voz del que le critica y quitar la
vida social si no se atreve a quitarle la vida biológica. Pero la
muerte social de la que hablo no es la “ excomunión “ del
poderoso sino precisamente la muerte social en la que se sume
cualquier persona que vive en una sociedad desigual y por tanto en
desequilibrio.
Luis: En ese caso todos
estaríamos muertos socialmente, porque nuestras sociedades no son
precisamente el ejemplo de la ecuanimidad, la justicia, el
reconocimiento del otro en la convivencia y del amor.
Pedro: Lo que digo es que no
existe vida en el desequilibrio biológico ni en el social. Por ello
la vida en nuestro planeta parece estar seriamente amenazada.
Luis: Antes has dicho que el
que el equilibrio social lo rompe el reparto desigual del poder.
Pedro: ¿Y qué sino? ¿ Acaso
la acumulación de poder, no es lo contrario al equilibrio?
Luís:
Visto así, no cabe duda que las emociones de los seres humanos en la
actualidad están muy alteradas.
Pedro: Y el problema es que
bloquean la comunicación emocional y a su vez la racional. Es decir,
el recurso que la naturaleza ha desarrollado para conducirnos
socialmente de manera adecuada. Mira a tu alrededor. Si los seres
humanos nos agredimos y matamos es evidente que no existen emociones
positivas y sin emociones positivas no hay vida social.
Luis: Es evidente. Pero algunas
personas consiguen vivir positivamente a pesar de tanto conflicto.
Pedro: Si eso ocurre es porque
consiguen crear un entorno social separado del entorno general. Pero
esta situación no es durable. Vemos que en la actualidad, la
desigualdad social es extrema y las guerras indican la incapacidad
del ser humano por conseguir una armonía social, mirada ésta con la
perspectiva global que incluye el verdadero concepto de equilibrio.
Luis: ¿ En ese caso la armonía
personal sería momentánea y temporal?.
Pedro: Los individuos nos
esforzamos contínuamente por conseguir una armonía personal pero
ésta no existe sin la armonía o el equilibrio social.
Luis: ¿ Entonces hay que estar
continuamente en lucha, alerta para alcanzar cualquier tipo de
equilibrio personal y social y luego tratar de no perderlo, para
mantener el mayor tiempo posible emociones positivas?
Pedro: Así es. Cuando has
llegado a algún tipo de equilibrio la emoción positiva fluye con
normalidad, dentro del equilibrio obtenido. Luego hay que tratar de
preservarla y si se rompe el equilibrio por cualquier motivo (
generalmente por influencia del desequilibrio del mundo exterior que
como hemos explicado existirá mientras exista una mal reparto del
poder) hay que tratar de volver a conseguirlo.
Luis: Ahora
comprendo que entender las emociones puede darnos pautas de
conducta social que no nos proporciona el estudio racional de las
cosas..
Pedro: Efectivamente. En primer
lugar observarás que todo el mundo tiene una explicación racional
de lo que acontece y normalmente cree tener razón. Sin embargo ello
no le sirve para conducirse socialmente bien. De hecho se observa una
especie de impotencia en la conducción de lo social incluso en
personas que destacan por sus conocimientos científicos y
racionales. Ya conoces el refrán “ Del dicho al hecho hay un gran
trecho”. Se trata de la característica del que habla y razona con
toda propiedad pero no sabe ejecutar una pauta social determinada .
Luís. Me doy cuenta que es más
fácil descalificar a alguien en el plano de la razón, negándosela,
que negar que tenga emociones. En este caso también veo una ventaja
pues por lo menos la descalificación será menor.
Pedro. Más fácil pero al
mismo tiempo absurdo, pues la razón absoluta no la tiene nadie. Pero
observemos que cuando las emociones están muy alteradas, como es el
caso de nuestra vida social actual inmersa en desequilibrios
extremos,, se puede llegar a un tipo de locura mucho más peligrosa
que la locura racional por ejemplo de D. Quijote que al fin y al cabo
se enfrenta al el espejismo de creer que tiene toda la razón.
Luis: ¿ A qué locura te
refieres?
Pedro : La locura de quien
desconoce que los seres humanos tienen emociones porque quizás el
mismo ya no las tiene.
Luis: Hablas del psicópata.
Pedro: Hablo del poder de
psicópata o del psicópata en el poder
Luis: ¿ Qué poder posee el
psicópata que no tenga una persona con emociones?
Pedro: El poder de la falta de
inhibición. La acumulación sin límite. Es una locura de tipo
emocional o si se quiere un caso extremo de locura racional que
puesto que ha hecho de la razón un baluarte ya no conecta con las
emociones y sentimientos de sus semejantes.
Luis: ¿Se cree entonces el
psicópata en posesión de la verdad?
Pedro : Efectivamente. Y hay
más. La creencia en la posesión de la verdad absoluta, relacionada
con la falta de sentimientos y emociones propias de la vida social,
tiene a su vez que ver con la acumulación de poder que es al mismo
tiempo la causa y la consecuencia de su incapacidad para la vida
emocional y social.
Luis: Si la acumulación y el
poder, son la causa del fracaso social en quien lo ejerce y en
quienes lo padecen y de las alteraciones emocionales consiguientes,
entonces habría que vigilar con mucha atención, este asunto del
poder.
Pedro: Sin embargo mira cómo
sería la verdad que no va acompañada de acumulación y poder. Uno
formula una verdad fruto de su pensamiento,con sus palabras y según
su lógica personal, y su oponente puesto que es un individuo
radicalmente diferente, formula otra verdad fruto de otra lógica
personal y utiliza otras palabras para formular su verdad. Tenemos
que en la práctica cada uno formula verdades diferentes o una misma
verdad con matices diferentes que en realidad ya no es la misma
verdad.
Luis: Efectivamente este tipo de
verdad relativa es muy diferente a la verdad absoluta.
Pedro: Pero
la verdad relativa sólo puede darse cuando no hay acumulación
de poder. Cuando alguien acumula poder de la misma manera que no
comparte los bienes, tampoco comparte la verdad. La verdad se hace
absoluta y el pensamiento único.
Luis: Si no entiendo mal, algo
totalmente contrario a la democracia.
Pedro: Por supuesto. La
democracia se basa precisamente en la verdad relativa y la dictadura
de la verdad absoluta.
Luis: Veo
que lo que dices prácticamente es un corolario de lo dicho
anteriormente. La verdad sólo puede ser entendida en el marco de lo
social.
Pedro Efectivamente. Cuando se
habla de razón absoluta o verdad absoluta no puede ser una verdad
elaborada con pensamientos individuales y por tanto diferentes y
diferenciados. En este caso no podría ser formulada por ningún
ser humano ni grupo de seres humanos.
Luis: Pero insisto en comprender
por qué entonces los seres humanos estamos tan necesitados de
verdades absolutas.
Pedro. En realidad no estamos
necesitados de verdades absolutas, estamos necesitados de la verdad,
pero no importa que ésta sea relativa. En este caso hablamos de
búsqueda de la verdad y entendemos por verdad la aproximación a un
acuerdo previo de tipo relacional. Con otras palabras, estamos
necesitados de relación social y ya hemos hablado de la necesidad de
sentir emociones positivas, es decir, de sentirnos socialmente
relacionados. La razón y la verdad son individuales pero ello no nos
exime de tener necesidad de relación social. Sólo el psicópata
que como hemos dicho no está conectado a sus semejantes mediante
buenas emociones no tiene necesidad de relación social. Está
atrapado en su ambición, en su acumulación, en su poder, en su
razón y en su verdad.
Luis:
¿ La búsqueda de verdad viene propiciada entonces por la necesidad
de la relación social?
Pedro:
Efectivamente. Pero observa que para que haya relación social la
verdad ha de ser relativa, hay que aceptar la parte de verdad que
tiene cada cual. De lo contrario no puede haber relación social si
la verdad la acumula una persona o un grupo de personas.
Luis Entonces si no he
entendido mal la verdad de la que hablas es una verdad producto de
todas las verdades individuales
Pedro: Así es. La esencia de la
sociabilidad está en el acuerdo y si se quiere expresar desde el
punto de vista emocional en la concordia.
Luis . Entiendo entonces que la
está relacionada con el compromiso, con la fidelidad a un acuerdo
previo que posibilita la convivencia.
Pedro Así es.
Luis Pero yo siempre he
entendido la verdad como aproximación a una realidad objetiva
existente con independencia de observador. Y también la verdad
como el reconocimiento de una realidad que ha acontecido y la mentira
como su ocultación. Por ultimo de siempre he aprendido que la verdad
aparece como una adecuación del lenguaje a lo observado, es decir
como una descripción fiel, correcta, no distorsionada de las cosas.
Pedro. La verdad tiene que ver
con todo lo que acabas de comentar: aproximación a la realidad
objetiva, su no ocultación y su correcta descripción. Se trata de
la verdad lógica, de carácter científico. Por el contrario la
única realidad objetiva de carácter social es el acuerdo. No existe
una sociedad única. Tampoco un acuerdo único posible. Más aún, la
sociedad humana, aunque tenga una base biológica y una herencia
animal, debido al desarrollo del pensamiento y el habla, se
autoconstruye contínuamente mediante acuerdos.
Luis: ¿ Y son los acuerdos
únicamente los que sustentan la verdad? ¿La única verdad de tipo
absoluto, que al mismo tiempo es relativa, es el acuerdo humano?
Pedro : Así es. Pero para que
ese acuerdo sea duradero debe basarse en mecanismos de equilibrio
tales como la justicia. La verdad estaría así relacionada con el
mantenimiento de dicho equilibrio y la mentira con su destrucción.
La búsqueda de la verdad es sinónimo de búsqueda del equilibrio
social.
Luis: ¿Qué quieres decir con
eso de que la sociedad humana se autoconstruye?
Pedro: Quiero decir que la
sociedad humana, este es el cambio cualitativo al que esta sometido
el ser humano en la evolución de las especies, tiene infinitas
posibilidades de construcción y lo que es lo mismo, una sociedad
humana determinada la construyen sus propios miembros con la única
herramienta posible: el acuerdo. Con el acuerdo viene la concordia,
una serie de emociones que lo mantendrán en el tiempo. Si
desaparecen esas emociones desaparecerá el acuerdo y si desaparece
el acuerdo desaparecerán las emociones que lo hacen posible.
Luis Quieres decir que los
acuerdos no se mantienen por sí mismos
Pedro: Efectivamente, no existe
fuerza alguna en el acuerdo como un resultado de la lógica o como
algo racional sino como un resultado ligado a lo emocional. Con
otras palabras son las personas las que hacen, mantienen y deshacen
los acuerdos. Unos resultan fugaces y otros más permanentes en el
tiempo, pero igualmente temporales a la larga. A su vez la concordia
ayuda a establecer acuerdos duraderos.
Luis: Con esta definición de
la verdad como acuerdo social no puede existir una verdad absoluta.
Pedro De nuevo hay que decir
que si existe una verdad absoluta el ser humano no podría
comprenderla ni alcanzarla. Por tanto debemos conformarnos con el
tipo de verdad que nos es posible alcanzar, la que creamos en cuanto
seres humanos. Sus características son las mismas que las de la
verdad absoluta por cuanto el acuerdo no puede ser desfigurado,
ocultado o sustituido por una mentira sin sufrir daño la sociedad y
el individuo.
Luis: Pero una verdad elaborada
por un grupo humano que no es absoluta no será aceptada nunca por
otro grupo humano.
Pedro ¿ Acaso sucede otra cosa
en la sociedad humana? ¿No tiene cada familia, cada nación, cada
religión y cada cultura sus verdades? ¿ Por qué sino son impuestas
por la fuerza? Precisamente porque no son universales.
Luis: ¿ Y no son impuestas por
la fuerza precisamente porque es necesaria una única verdad a ser
posible universal?
Pedro: La fuerza nada tiene que
ver con la verdad. La verdad se basa en el acuerdo y la fuerza es lo
opuesto al acuerdo. La imposición de la verdad por la fuerza aleja
la posibilidad del acuerdo y por tanto de alcanzar la verdad. En
realidad la fuerza indica el nivel de la falta de acuerdo y de la
falta de sociabilidad. Por ello hemos dicho que el poder, en cuanto
acumulación crea una fuerza que es contraria a la justicia y a la
verdad.
Luis: Antes hemos hablado de
que las emociones indican la radical unidad del ser humano. ¿ Por
qué decimos ahora que cada ser humano o grupo de seres humanos tiene
su particular verdad, aunque se base en un acuerdo?
Pedro: En teoría podría haber
una emoción que alcanzara a toda la especie humana pero en la
práctica eso no existe. No existe una verdad universal sino la que
se crean a través de la concordia y el acuerdo. Ni siquiera el miedo
o el amor que son emociones universales son las mismas en todos y
cada uno de los individuos. En el amor anida la concordia y en la
concordia el acuerdo mutuo continuamente renovado.
Luis:¿ Pero acaso no camina la
especie humana hacia una confluencia? ¿ No podemos llamar a eso la
verdad absoluta?
Pedro: No, por la simple razón
de que es el ser humano quien la crea y un ser finito no puede crear
una realidad infinita.
Luis : Tengo que reconocer que
no había pensado nunca que si queremos participar todos de la misma
verdad la debemos construir a partir de las verdades individuales y
que será más universal cuanto mayor sea el acuerdo alcanzado. Si
he entendido bien mientras no construyamos la verdad viviendo
equilibrados desde el punto de vista social, desterrando las
emociones destructivas, ésta no existirá.
Pedro: De este modo es fácil
entender que nadie puede imponer la verdad pues en ese caso ya no
sería la verdad al no existir el acuerdo sino la imposición por
la fuerza. Y además la verdad relativa aparece como un poderoso
instrumento de adaptación social y también al medio cambiante, de
lo que estamos tan necesitados. Lo contrario también es cierto que
la creencia en la verdad absoluta dificulta los acuerdos incluido un
acuerdo universal.
Luis: Ahora que tenemos claro
que no existe ni la razón absoluta ni la verdad absoluta me surge la
siguiente pregunta: ¿ Cómo es posible que existan emociones
encontradas hasta el punto de surgir la violencia entre dos personas?
Pedro: La violencia surge como
consecuencia de creer que la otra persona puede hacerte daño.
Luis: ¿ Es ésta la única
causa de la violencia porque ciertamente existe mucha violencia en el
mundo?
Pedro: Esta es la única causa
de la violencia, lo que ocurre es que tanto en la búsqueda de la
adaptación social como en la pérdida del equilibrio hay conductas
que son interpretadas erróneamente acerca del daño que pudiera
hacernos nuestro interlocutor social.
Luis: Pero hay estallidos de
violencia entre personas, grupos o naciones que ni siquiera llegan a
la conciencia. De hecho se toma conciencia después de haber cometido
tales actos de violencia.
Pedro: Sí, pero eso lo que
indica es que el temor a recibir un daño es en gran parte
inconsciente. El inconsciente es la sede de las emociones hasta que
éstas consiguen expresarse.
Luis: Me asusta el concepto de
inconsciente. pues como el concepto de trascendencia del que hemos
hablado traslada el origen de nuestra conducta a un plano en el que
no tenemos control sobre la misma. Es como si el origen de muchas
conductas y especialmente las conductas violentas estuvieran fuera de
nuestro control.
Pedro: Y no puede ser de otra
manera. Por eso los conflictos hasta cierto punto no pueden ser
evitados y a su vez depende de cómo resolvamos los conflictos que sí
podamos evitarlos.
Luis: Difícil tarea la que
compete al ser humano.
Pedro: Ciertamente difícil.
Nadie puede volver al pasado, tampoco puede conocer el futuro, así
pues depende de cómo resolvamos nuestros conflictos que siga
habiéndolos o que no los haya.
Luis: Esto obliga por ejemplo a
ser sinceros.
Pedro: Esto obliga a muchas
cosas de las que hemos hablado como la búsqueda de la verdad, el
ejercicio de la justicia, el ejercicio de la concordia, la
experimentación de la confianza, y en último término el ejercicio
del amor. Pero efectivamente hay que ser sinceros para que nuestra
interacción social tenga los menos conflictos posibles y los pactos
más duraderos.
Luís: ¿Nunca un pacto va a
durar toda la vida?
Pedro: Nunca
Luis: Ni siquiera un pacto por
amor.
Pedro: El pacto por amor será
duradero si se van resolviendo los conflictos que se producen entre
las personas individuales que se aman.
Luis: ¿ No nos deja ésto, una
vez más, al arbitrio de fuerzas superiores al ser humano?
Pedro: Sí y no. Llamamos amor,
además de al enamoramiento que orienta a ello, al conjunto de
conductas que permiten mantenerse unidos sin violencia.
Luis: Es difícil que en un
momento de cambio social no ejerzamos algún tipo de violencia o
,como tú mismo has dicho antes, que no reaccionemos violentamente al
miedo a ser agredidos o a que se nos cause daño.
Pedro: Es difícil, pero
siempre estarán mas preparados quienes se ejercitado en ese elenco
de virtudes que hemos nombrado que siempre se han considerado
virtudes para la convivencia. Por ello hay una cosa que fundamental
para que la relación humana se mantenga sin violencia o alcance la
armonía en caso de desequilibrio, trabajar por quienes nos rodean
en intensidad y extensión hasta donde llegue la capacidad de
hacerlo.
Luis: Ahora
me doy cuenta de la fuerza de lo social y del tiempo que perdemos en
consumir de manera aislada. Lo importante en el ser humano es que
existan buenas emociones y una buena relación social y pasamos
nuestro tiempo consumiendo cosas que cuanto menos son secundarias.
Pedro:
El consumismo individual es una forma de acumulación.
El consumo grupal es el que ahorra mas recursos , resulta más barato
y el que mejor nos entrena en el empleo de las emociones para la
convivencia.
Luis: Y
sin embargo, ahora soy consciente, de lo poco que sabemos sobre
ellas.
Pedro:
Así es.
Luis:
Seguiría hablando a cerca de muchos de los temas que han ido
surgiendo a través de esta conversación, pero es tarde y me tengo
que ir. Aquí te dejo mis preguntas para otra ocasión: ¿
Cuál es la relación existente entre instinto y
emoción? ¿ Pueden los instintos ser cambiados por la interacción
social y con qué finalidad? ¿ Cuándo las emociones se convierten
en destructivas ? ¿ Cómo se alcanza el equilibrio social?
Y finalmente esa pregunta que te hecho en el discurrir de este
diálogo que tú mismo has dejado para otra ocasión
¿Desadapta socialmente el poder a quien lo
ejerce?.
Pedro:
Sigo a tu disposición para cuando quieras.
Luis: Te
agradezco mucho que me hayas prestado tu atención. Como bien has
dicho al principio de la conversación, el diálogo permite que el
pensamiento fluya y se desarrolle.
Pedro:
En este caso el diálogo ha sido posible porque entre tú y yo
existen emociones positivas. Hay concordia, amistad y nuestra
relación está en equilibrio. En esta situación crece pensamiento y
el acuerdo por la propia dinámica de la relación social.
(c) Rafael Rodrigo Navarro. 2012 Del libro: Diálogos socráticos en el siglo XXI