Este libro de Eduardo de Guzman, periodista coetáneo de los acontecimientos que narra, lo encontré en la librería París-Valencia de la calle Bailén, entre un montón de libros a saldo.
Sin embargo me sugestionó el título. Yo había oído en ocasiones de la boca de mi padre narrar acontecimientos desilvanados de los años que precedieron a la segunda república española. Sabía que le habían marcado profundamente. Se trata de acontecimientos radicales que ocurren en un momento dado de la historia de una sociedad y que hacen tomar conciencia a muchas personas, en algunos casos radicalizándolas. Es lo que ocurrió también, aunque bajo circunstancias muy diferentes, a mi generación respecto de la luchas por los derechos humanos y cambios sociales de finales de los años 60 del pasado siglo cuyos exponentes fueron la lucha contra la guerra del Vietnam o el mayo francés del 68, precisamente el año en que iniciaba mis estudios en la Universidad. También en la actualidad asistimos a cambios estructurales de la sociedad y de paradigmas económicos. La historia parece funcionar así entre años de calma y años de turbulencias. Años de vacas gordas y años de vacas flacas.
Así pues el año 1931 fué un año decisivo en la historia de España. Fué el año en que el pueblo pasó factura al coqueteo de la monarquía con la dictardura del general Primo de Rivera durante toda una década. Fué el año en que cayó la monarquía y se programó la república.
El libro que narra los acontecimientos a base de crónicas, algunas veces farragosas y repetitivas aunque muy detalladas, viene a enseñarnos que el poder no puede alargar infinitamente el juego de la prepotencia de quienes nos gobiernan.
En este sentido el libro parece describirnos un capítulo trágico, pero un capítulo al fin y al cabo de una dinámica histórica que viene de muy lejos y llega nítidamente hasta la actualidad. El estado moderno sometido a los poderes fácticos económicos de minorías internacionales. La simbiosis quasiperfecta entre entramado militar y económico los gobiernos nacionales e internacionales.
En el caso que nos ocupa, aquella connivencia entre monarquía y dictadura militar supuso la caída de la monarquía borbónica de Alfonso XIII y su paso a la república, pero como hemos tenido ocasión de ver a través de la historia que ha seguido hasta nuestros días, sólo por un breve espacio de tiempo desde la perspectiva histórica, pues el mismo general Francisco Franco que dió el golpe de estado contra la república en 1936, facilitó la restauración de la monarquía en la figura deL nieto de Alfonso XIII Juan Carlos I para seguir prácticamente con los mismos esquemas de gobierno económicos y políticos propios de las democracias liberales americana y francesa del siglo XVIII.
Pero el libro es interesante por el segundo de los hechos que narra : la llegada de la república. Y de nuevo, el autor fué peridista, se narra el acontecimiento en forma de crónicas.
Los republicanos en realidad no necesitaban recurrir a las armas para un cambio de régimen puesto que la monarquía se vaciaba día a día por dentro como si se tratara de una fruta podrida por un maléfico insecto y de hecho cayó antes si quiera que se hubieran traspasado los poderes del estado aquel 14 de abril de 1931. No obstante hubieron intentos de golpes de estado durante la monarquía y por supuesto también durante la república. En realidad los principales protagonistas de la historia de España de casi todo el siglo XX fueron los militares, como también lo habían sido durante el siglo XIX. El general Queipo de Llano o el general Godet soliviantaron tanto a la monarquía proclamándose republicanos como más tarde a la república protagonizando el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 que tuvo como colofón una dictadura que habría de durar cuarenta años.
Los tiempos eran complejos. La revolución rusa actuaba como un paradigma idealizado para intelectuales y obreros, lo que se convirtió en una trampa para la república. Se confundió revolución social con revolución armada. Los sindicatos obreros UGT y CNT se armaron durante los últimos años de la monarquía y primeros años de la república para preparar su revolución, marcando sus diferencias con los republicanos a quienes no se sometieron nunca. La crisis económica se convirtió en el detonante de la barbarie: una guerra que dejó más de un millón de muertos.
Mi primera reflexión es en torno a la confusión, como he apuntado más arriba, entre revolución y violencia. Puesto que la injusticia conlleva violencia, caemos fácilmente en el error de pensar que la violencia puede llevarnos a algún tipo de justicia. La violencia y en último término la guerra es el último capítulo de una serie de errores, equivocaciones e injusticias que se han dado con anterioridad pasado, pero no es la solución. La solución está en la rectificación de los errores. La solución está en el restablecimiento de la justicia, algo que no puede ir de la mano de la violencia.
No obstante la violencia existirá siempre que se comentan injusticias y por ello sería justo en primer lugar que violencia se volviera contra aquellos que comentan injusticias, es decir contra aquellos que la han provocado, cosa que no siempre es así hablando en términos particulares pero sí generales. El problema está en que grupos económicamente poderosos, gobiernos corruptos y jueces injustos acaban arrastrando a la violencia que ellos provocan. En muchos casos esa violencia se convierte en una guerra civil o contra un supuesto enemigo exterior.
Mi segunda reflexión sobre lo narrado en este libro no es ya sobre el error de la utilización de la violencia sino sobre algo igualmente importante: el olvido. Cuando tomé el libro que comentamos de un montón de otros muchos libros depreciados puestos a la venta a precio de saldo pensé que lo acontecido en aquellos años, tiene ya un peso reducido en la conciencia del hombre de hoy en día.
Podemos incluso considerarlo normal. Se trata de varias generaciones. En mi caso mantengo la curiosidad sobre aquella época porque pertenezco a la generación siguiente a la que la vivió. Mis padres y familiares fueron los que me trasmitieron sus emocionalmente vivos recuerdos que formaban a su vez parte de sus vidas. La tercera y cuarta generación sólo conocen aquellos hechos por via racional, es decir a través de una breves líneas en un insípido libro de texto o algún que otro reportaje televisivo más o menos manipulado según los intereses del momento.
Y sin embargo ¡ cuantos paralelismos entre algunos de los acontecimiento de aquella época y ciertos acontecimientos actuales ! La historia parece constituir una paradoja. Evidentemente la historia no se repite y al mismo tiempo hay aspectos de la misma que parecen ser actuales.
¿ La razón? Mientras no cambien las estructuras fundamentales por las que se conduce una sociedad es normal que produzcan efectos semejantes y al mismo tiempo el hecho de que existan numerosas variables nuevas que han aparecido con el transcurso de los años, nos garantiza que el desenlace no va a ser el mismo.
Son estructuras semejantes: una economía basada en el armamentismo, una división del mundo en estados impuestos mediante la violencia, un desarrollo que se basa y a su vez crea necesidades artificiales que en la práctica no se pueden atender y cuyo mantenimiento crea un sinfin de disfunciones, un exceso de competividad y falta de cooperación internacional, democracias formales que en la práctica no son democracias, especulaciones dinerarias que perjudican a las economías reales, etc.
Son efectos semejantes: la crisis económica, la corrupción política, la manipulación de la mente humana a través de los medios de comunicación, la mentira de los poderosos, la traición a la democracia y a la representación del pueblo, el abuso de los estados frente al ciudadano, la explosión demográfica y en definitiva la guerra.
Cuando uno lee este tipo de libros con una perspectiva histórica y descubre lo que pensaban en aquel momento aquellos concienzudos políticos, militares, miembros del clero, miembros de la realeza, burgueses, sindicalistas e incluso obreros revolucionarios, siente como si el ser individual fuera de alguna manera un títere de una realidad que le trasciende. Y no obstante, de nuevo la paradoja, fuera al mismo tiempo el realizador y por tanto responsable de sí mismo.
Son situaciones nuevas: la interconexión internacional a través de redes sociales y el agotamiento de los recursos naturales del planeta. No cabe duda que estas dos variables van a marcar el futuro más o menos próximo de los individuos, las naciones, los estados y las organizaciones internacionales en nuestro planeta; pero en realidad no sabemos cómo. No somos omniscientes.
(c) Rafael Rodrigo Navarro
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