lunes, 2 de febrero de 2015

LA EXISTENCIA


 Hoy es  el viento. Ayer la lluvia. Anteayer  la calma de los primeros copos. Mañana los barómetros  anuncian la llegada del sol por algunos días.

Es de lo que se habla en  el  bar de la aldea, sucedáneo del hogar, donde nos calentamos al calor del  fuego de carrasca  y vino de la tierra. 

Pero la vida es algo más que tiempo que transcurre. Es pensamiento que te acompaña  en los largos paseos por el bosque de encinas y pinos. Es temor de herir. Es indignación de ver  que no te tienen en cuenta. Es arrebato al descubrir  otra  existencia. Es compañía. Es soledad y silencio.

Es la existencia humana un soplo del universo. Importante  para quien vive  durante un tiempo sobre el planeta, ignorancia total para quien vivirá dentro de unos siglos. Olvido incluso para quienes  habiéndote acompañado en esta breve existencia  tomaron  otro camino o quedaron atrás en el tuyo.

Es  la existencia humana un haz de  emociones que nos sorprenden, un torbellino de impulsos que hay que desentrañar pues nos vienen dados.  Es una lucha constante de nuestro cuerpo por la existencia y de nuestra alma por la cordura.

Es el deseo de vivir en paz, sentir la bondad ajena, llegar a amar. 

Todo esto y poco  más es la  verdadera  existencia humana.


Pero observo que  construimos  otras realidades menos humanas y llegamos a creer ciegamente en ellas, refugios materiales y psíquicos en los que vivir una vida ajena.  Y si se resquebraja nuestra  balsa salvadora  buscamos el discurso  que nos  permita permanecer en la  creencia, en la  ideología  con la que justificar nuestra  guerra con todo lo que nos rodea o recurrimos a la droga que nos proporcione el placer que nos roba nuestra enajenación mental.

Y me pregunto cuál es la causa de tanta infelicidad. Y me respondo que no puede ser otra que el haber tomado en la vida un camino errado. Y reflexiono  y reconozco que sí, que  huir de la muerte no  da más vida, que a la muerte se va con serenidad y valentía porque la muerte es parte de nuestra vida. Vida a la que no hay que amputar su globalidad si queremos  seguir adelante.

Y recuerdo el transcurrir del tiempo del que tanto se habla en el bar de la aldea.

  Veo y reconozco  que  por el camino errado, ese que  no quiere contemplar la muerte, se llega a la apropiación  absurda de algunos bienes, incluso el más sagrado de todos: la tierra. En esto, soy como  aquellos seres humanos que consideran  un sacrilegio comprar y vender a quien  te da  la vida, la madre tierra,  y a quienes,  si no la quieren vender, se les arrebata. .

Por eso  concluyo que  ellos y  nosotros, los desheredados y  los que sí poseemos un trozo de tierra, nos devanamos los sesos con quimeras y todos caminamos errantes,  destruyendo  cuerpo, alma y  planeta a  nuestro paso.
Por eso te sugiero  que mires  hacia donde se esconde el  sol  y medites, porque  el día con su luz  y el sol con cuyo permiso vivimos en esta tierra, tienen su ocaso.

(c) Rafael Rodrigo Navarro  del libro  Primero vivir 2013